jueves, 26 de febrero de 2015

La casa de los espejos de Iñárritu



Esta crítica fue publicada originalmente en el suplemento Cortometraje del periódico Provincia durante la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. 

La experiencia de una película es en muchos sentidos una conversación con su director. Una forma en que estos nos comparten o muestran sus curiosidades, intereses u obsesiones.
De acuerdo a la teoría del autor desarrollada en los años 40s del siglo pasado por los integrantes de la Nueva Ola Francesa (críticos convertidos eventualmente en cineastas), es el director el verdadero responsable creativo y artístico de un filme. Son su visión estética y narrativa y sus temas de conversación los que se ven plasmados en su filmografía, y casi siempre es posible encontrar en sus películas un común denominador.
Los universos sórdidos y existencialistas, reflexivos e introspectivos sobre personajes conflictuados por su vida y su entorno han sido el común denominador de la filmografía de Alejandro González Iñárritu.
De las cinco películas que ha realizado, las tres primeras (Amores Perros21 Gramos y Babel) contaban además con la particularidad de ser historias fragmentadas o que mostraban tramas que se cruzaban y afectaban casi sin saberlo. También con que se trató de filmes realizados en mancuerna con quien fuera su guionista de cabecera: Guillermo Arriaga.
Biutiful, una suerte de filme de transición en su carrera hacia una nueva dinámica de trabajo, ya sin Arriaga y con un personaje protagónico claro e identificable, no quitó el dedo del renglón de los temas habituales de Iñárritu: las preguntas profundas de un hombre sobre su vida, sobre lo que dejará atrás, sobre esa responsabilidad y carga existencial y hasta dónde se puede llegar por quitarse de encima ese peso.
Birdman, filme que inauguró el pasado viernes la actual edición del Festival Internacional del Cine de Morelia, sigue esa línea y se atreve a ir más allá, sumando temas y reflexiones muy propias y cercanas al realizador, a su actividad artística y al contexto en el que vive y trabaja.
hr_Birdman_7
Riggan Thomson (un espléndido Michael Keaton) es un actor cuya fama ha quedado un tanto en el olvido. Un par de décadas atrás, Riggan fue el actor que le dio vida a Birdman, superhéroe fílmico que lo etiquetó y encasilló, y del que ahora pretende escapar a través de la puesta en escena en Broadway de una obra de Raymond Carver (que él mismo adapta, dirige y protagoniza), lo que significaría un exitoso regreso para su carrera. El camino hacia el estreno de la obra obviamente estará lleno de conflictos, problemas y dificultades, internas y externas.
Y aquí es donde el juego de la casa de los espejos de Iñárritu comienza.
Las preguntas que se hacen Riggan e Iñárritu tienen que ver con una necesidad de permanencia en el imaginario colectivo, la confirmación de su trascendencia como artistas, la incertidumbre y el miedo a caer en el olvido a pesar de haber sido ovacionados y aplaudidos en el pasado. La batalla con el ego desmedido que pide reconociemnto, aceptación y un lugar en la boca de todos.
Para ello, Iñárritu ubica su historia en un espacio donde desde la primera escena, cuando vemos a Riggan en posición de flor de loto flotar a la mitad de su departamento es difícil definir con certeza lo creíble y lo increíble, lo fantasioso y lo real.
Inmediatamente escuchamos la conversación mental de Riggan, quien vive en permanente batalla por controlar a su lado oscuro, su Mr. Hyde, que cuando llega a manifestarse físicamente, no es otro que él mismo en traje de Birdman.
No es accidental que el papel de Riggan haya caído en manos de Michael Keaton, espléndido actor que ha pagado con creces el haber interpretado personajes icónicos en diferentes momentos de su carrera, y que para una gran mayoría son el único recuerdo de su actividad como actor: Beetlejuice y Batman.
Birdman es a Keaton lo que en la ficción de la película la obra de teatro es a Riggan. Una oportunidad de que los vean como lo que pueden ser, lo que ellos creen o están convencidos de ser. Ese podría ser el más evidente juego de espejos del filme. Pero está lejos de ser el único.
Como descubrimos en los primeros minutos del filme, a través de diálogos incisivos, directos y cargados de humor negro y referencias a la propia industria fílmica actual, el miedo de estos artistas radica en caer en el olvido, en confirmar que su vida artística fue intrascendente, que, como bien apuntan en algún momento, les puede pasar lo que a Farrah Fawcett como personaje público el día de su muerte, acabar relegada en las noticias y en la memoria colectiva porque en esa fecha también falleció Michael Jackson.
Entonces aparece el espacio para digresiones y guiños que hablan de la fiebre del cine hollywoodense actual por las franquicias y los superhéroes (en un punto, haciendo evidente la sátira al respecto, la película se transforma por unos minutos en la escena típica de cine de acción de efectos especiales, con monstruos, superhéroes y un despliegue policíaco-militar), por los actores que han hecho carreras de la mano de estas sagas, por el desdén del teatro al cine, la superficialidad de la mayoría de los productos de la maquinaria hollywoodense, o la diferencia entre ser un artista o una celebridad. Todos, temas de natural interés para Iñárritu, Keaton y compañía.
hr_Birdman_3
Dejándose llevar en los guiños a lo que rodea a la industria del cine, Iñárritu pone a cuadro su sentimiento sobre la labor de la crítica especializada (en este caso teatral, aunque por extensión se entiende que también la cinematográfica) cuando presenta al personaje de la temible crítica del New York Times, capaz de amenazarlo con destruir su obra, incluso sin verla. Una exageración que habla más de lo que cree el realizador que de la realidad de la industria y de la crítica profesional.
En otro punto, exhibe la frágil psicología de las actrices cuando en un momento de conflicto frente al cercano estreno, Lesley (Naomi Watts) se cuestiona por qué tiene tan poca autoestima y se deja tratar de cierta manera por otro de los actores (un notable Edward Norton en el papel del actor que llega al rescate de la obra gracias a ser un consentido del público y de la prensa), para recibir por respuesta un lapidario: porque eres actriz.
En términos coloquiales, Iñárritu no deja títere con cabeza a la hora de soltar sus diatribas contra la industria de cine y sus formas de trabajar.
Y lleva hasta sus últimas consecuencias estas ideas, esta necesidad de enfrentarse a los propios demonios y de tener que ser parte del sistema, de sacar provecho de esto último, aunque se le odie un poco.
Mención aparte merece el extraordinario trabajo y propuesta técnico-artística-narrativa de Emmanuel Lubezki, director de fotografía de la película.
La película en su totalidad es un truco de edición y fotografía que busca hacer creer al espectador que se trata de una muuuy larga plano secuencia, de una cámara en constante movimiento, siguiendo actores y acciones, que jamás descansa, ni hace pausa, ni corta.
El logro no está solamente en poder encontrar los puntos en que el movimiento de la cámara, el paso por un punto oscuro o luminoso, la toma fija del cielo, se convierten en el ‘corte’ para pasar a una nueva escena que aparenta ser algo continuo, sino en que en esas pausas hay también saltos de tiempo, de horas o días, y que en ningún momento resultan confusas para el espectador.
La cámara puede pasear por una habitación, detenerse en un poster por un instante y seguir con su movimiento para al abrirse de nuevo a los personajes que acabamos de ver segundos atrás, llevarnos a lo que puede seguir de su conversación o acciones pero en un día distinto.
En ese sentido, Birdman es un ensayo cinematográfico sobre las posibilidades narrativas de estos trucos y herramientas digitales. Una prueba más de que Emmanuel Lubezki (reciente ganador del Oscar por su trabajo en Gravity de Alfonso Cuarón) está en un nivel separado del resto de sus colegas cinefotógrafos.
También es de destacar la banda sonora del filme, una interesante y curiosa mezcla que por un lado utiliza piezas de música clásica de Beethoven, Mahler o Rachmaninov, y por otra un fondo de percusiones y ritmos sincopados que provee de un ambiente muy particular a las reflexivas e introspectivas escenas en las que los protagonistas están en algún tipo de conflicto. Esta última parte es responsabilidad de Antonio Sánchez, reconocido baterista de jazz mexicano, integrante de Pat Metheny Group.
Sin duda, Birdman es una película para ver varias veces, para descubrir sus guiños y sus diferentes conversaciones, inquietudes y preocupaciones. Para entablar una conversación con Iñárritu sobre lo que le llama la atención y le preocupa de su trabajo, de su carrera y de la industria en la que trabaja.
Un sórdido y crudo retrato de quienes pelean con su ego constantemente, con un refrescante tono de humor negro que no por eso la hace menos incisiva. Un muy interesante paso en la carrera de Iñárritu.

VIGOTSKY, ARTE Y PSICOLOGIA




El arte se constituye como el lenguaje fundamental del ser humano dado la expresión de la vida intrapsíquica que se hace posible a través de él. Desde el nacimiento el signo, fundamento del lenguaje y consecuentemente del arte está presente en la interacción social; lenguaje y socialización, arte y socialización  se conjugan en todos los individuos.
 El arte es concebido como una actividad que requiere un aprendizaje y puede limitarse a una simple habilidad técnica o ampliarse hasta el punto de englobar la expresión de una visión particular del mundo, visión que obedece a la interacción socio-cultural a la que cada persona haya sido expuesta. Sin embargo, en un sentido más amplio, el concepto hace referencia tanto a la habilidad técnica como al talento creativo en un contexto artístico específico, sea este musical, literario, visual... El arte procura a la persona o personas que lo practican y a quienes lo observan una experiencia que puede ser de orden estético, emocional, intelectual o bien combinar todas.
Lev Semionovich Vigotsky fue pionero en evidenciar la necesidad de analizar el arte desde una perspectiva integral, entendiéndolo como herramienta tanto de expresión emocional, como de socialización. L. S. Vigotsky se interesa objetivamente en la obra de arte existente, independiente de su creador. Ante todo, busca la posibilidad de la investigación objetiva de la obra de arte.  El propio Vigotsky afirma: "En nuestra opinión, la idea central de la psicología del arte (más bien del arte y la psicología), es el reconocimiento de la superación del material a través de la forma artística, o el ver el arte como una manifestación social del sentimiento.”[1]
 La objetividad buscada por Vigotsky en el arte consiste en alejar al arte del análisis individual. Si el arte se concibe como una experiencia individual en la que solo se consideran los procesos psicológicos de una persona, y aún más, buscando interpretar la simbología empleada en él, se hace inevitable caer en subjetivismos carentes de importancia.
Deducir del arte la psicología del autor o sus lectores carece de trascendencia, ya que a partir de la semiótica que manifiesta la obra solo se interpretan sesgos de un individuo, esto hace de la aplicación de la actividad psicológica al arte un proceso impersonal, independiente del autor y el lector. Así pues, L. S. Vigotsky parte del supuesto que la obra de arte es especial y premeditadamente un sistema organizado, calculado para provocar determinada emoción, aspecto que si merece atención. Están por tanto el arte y la obra de arte en si misma, dirigidas a despertar emociones en el individuo, encaminadas a comunicar la riqueza que posee cada persona y a generar una relación del individuo con otros.
De acuerdo a todo lo anterior se deduce que es en el arte donde cada individuo trasciende su propia persona para fundirse en los demás. Ya es claro que el ser humano encuentra su sentido en los otros, el sentido entonces, de la manifestación artística es participar al otro las más profundas emociones y provocarlas en él.
Sin animo de reducir las características del arte y simplificarlo, este es sin más la expresión mas pura de emociones; es estética (evidentemente) dejando al lado lo ético (aunque sea solo un poco), es decir así como el amor; el odio, el rencor y el perdón son sublimidad, son emociones sin cuestión, porque son experiencias puramente humanas que por existir han de ser experimentadas y transmitidas a través del arte sin ser sometidas al juicio de bueno o malo. El arte es también socialización porque es el arma que permite ser en el otro, ser en el otro equivale, por medio del arte lograr la experiencia de la emoción manifestada en otro individuo, este proceso es posible gracias a que es el arte depositario de la experiencia social y cultural de quien comunica y que siempre es compartida por todas las personas por el simple hecho de ser seres sociales.
El arte es social y si bien su acción se realiza en un individuo en particular, ello no significa que sus raíces y esencias sean individuales. Es ingenuo entender como social solo lo colectivo, como la existencia de una gran cantidad de personas. Lo social está también donde hay solo una persona con sus sufrimientos personales. Y por ello el arte, cuando realiza una catarsis e incorpora un fuego depurador de las conmociones más íntimas, más importantes de la vida del alma, constituye la acción social. El problema no tiene lugar como la muestra la teoría del contagio, es decir, el sentimiento que surge en una persona contagia a todos, y sólo entonces llega a ser social; sino a la inversa. El surgimiento de los sentimientos externos a nosotros se realizan mediante la fuerza del sentimiento social, que a su vez se objetiviza, materializa y afianza en los objetos exteriores del arte, los cuales se han convertido en instrumentos de la sociedad.[2]
La característica intrínsecamente social del arte, al ser este originario de las relaciones, hace clara la expresión estética de las emociones. Si bien en menor grado el juicio que es posible hacer a través de las emociones, es el aspecto ético que es relevante en tanto que no juzga los elementos del arte en si mismos, sino que plantea la emisión de un juicio del actuar de la sociedad, al ser el arte un reflejo de esta interacción. Este punto plantea la pregunta: ¿y acaso es relevante juzgar al individuo y a la sociedad a partir del lenguaje emocional depositado en el arte? ¡Claro! Porque desde el arte se comunica la necesidad de responder a esa conciencia social, no es solo juzgar sociedad e individuo porque se perdería la objetividad del proceso artístico, es en si mismo un llamado al sujeto a despertar, a pensar y fundamentalmente a sentir al ritmo de esa sociedad para que consecuentemente el sujeto se responsabilice y actúe según el núcleo social al que se halla integrado.
Tal vez se escuche moralista y rígido que si bien no es el aspecto esencialmente libre del arte, y no es el fin que pretende alcanzarse aquí, es un aspecto ético que debe considerarse. Así como el agua y el aceite pueden coexistir juntos sin mezclarse, lo ético y lo estético se hallan presentes en la obra artística (aunque agua y aceite llegan a “contaminarse” uno con otro).
Las obras de arte son los instrumentos sociales mediante los cuales ocurre la transformación de las emociones y su conversión es una esfera particular de la vida individual del hombre; esta esfera es tan importante que a ella se incorporan los procesos más profundos. De esta manera, resulta que la ley fundamental formulada por Vigotsky acerca de la formación de los procesos psíquicos superiores del hombre (es decir, la ley de acuerdo con la cual, cualquier función superior propiamente humana, existe primeramente en la forma externa, ínterpsíquica, y sólo después, en el proceso particular de interiorización, se vuele individual, intrapsíquica), se propuso por primera vez en el análisis objetivo de las obras de arte, a través del esclarecimiento de la naturaleza social de las emociones humanas.
El arte es entonces la exteriorización de la maravillosa experiencia que se ha generado en el proceso de socialización, es la retribución hecha a esa sociedad, es el grito descarnado que clama desde el lenguaje común que se comparte, no simplemente un lenguaje cifrado en signos, sino un lenguaje universal como la sonrisa o el llanto. Es la expresión de la libertad y es la capacidad de volar y trascender. La conclusión mas precisa de lo que es arte no es solo la conceptualización de estos apartes, es el sentimiento puro e interés genuino que ha de despertarse con estas palabras que pueden no ser arte, pero son manifestaciones de un sentimiento global y eterno.
[1] D.F. Elkonin. (2006). “Analizando a Vigotsky”. Esbozo de la obra científica de  Lev Semionovich Vigotsky. Artículo disponible en línea a través de Internet.
[2] Ídem.
Escrito por:
Gabriel Orlando Peña Sierra.

jueves, 12 de febrero de 2015

Van Gogh. Sueños y delirios de un pintor





Primero vemos un ciprés; su follaje posee tal cadencia que deja adivinar la suavidad del viento. Detrás se encuentra el pueblo, donde la torre de la iglesia parece señalar hacia arriba, llevando la atención a un cielo que no tiene principio ni fin, en él todo gira, la noche se funde con el estallido de las estrellas. Hay mucho de sueño en este paisaje pero quizá también se vislumbra un ligero aroma a pesadilla.
No hace falta decir que se trata de una de las obras más conocidas de Vincent van Gogh: La Nuit étoilée (La noche estrellada, 1889), plasmada desde su habitación en un sanatorio de Saint-Rémy. Basta una sencilla descripción para que aparezca en nuestra mente, con sus característicos trazos y el encanto de sus colores.
En algún momento todos hemos visto una pintura suya:en calendarios, postales, wallpapers, carteles, libros, litografías, revistas, películas, o por supuesto (con suerte) en un museo. Y si bien contemplar un original es una experiencia incomparable, toda reproducción permite admirar el talento de este icónico artista, reconocer la energía de sus pinceladas y apreciar su distintivo manejo del color. No se necesita ser un conocedor del arte para percibir que en sus lienzos reside una fuerza única que se extiende más allá de lo visual, hace clic con las emociones y se instala en la memoria.
Vincent Willem van Gogh celebraba sus cumpleaños un día como hoy, 30 de marzo. Para festejar el 160 aniversario de su nacimiento quisimos indagar en dónde radica el poder de su legado, descifrar el sello que caracteriza sus creaciones y le dio un inesperado giro al destino de esos lienzos que en un principio nadie parecía querer, los mismos que desde hace décadas lo posicionan como uno de los pintores más valorados de la historia del arte.
LA FORTALEZA DE UN PINCEL

“Bajo las suelas se despliega toda la soledad del camino”. Así describió Heidegger uno de los cuadros de Vincent que más han dado de que hablar: Les souliers (Un par de zapatos, 1886, hoy en el Van Gogh Museum, en Amsterdam).
Además de ser uno de los artistas más conocidos, Van Gogh fue muy prolífico. En un margen de apenas 10 años realizó alrededor de 900 óleos y 1,300 obras entre acuarelas, dibujos, litografías y otros apuntes (de las cuales se conservan más de 1,000 y 840 lienzos). La también pintora y coleccionista Anna Boch fue su única compradora, al pagar 400 francos por su óleo Le vigne rouge (El viñedo rojo) en 1888.
¿Cómo fue entonces que tras ese inicial desinterés las creaciones de Van Gogh llegaron a ser tan codiciadas?
Al parecer el reconocimiento comenzó a sembrarse mientras vivió. Entre 1888 y 1890 se habló de su trabajo en varias notas de periódico, haciendo referencia a las exposiciones en las que llegó a participar en París y Bruselas.
Vincent mismo llegó a leer una entusiasta reseña de sus pinturas hecha por el crítico y poeta francés Albert Aurier en la revista Mercure de France (enero 1890), quien entre otros elogios decía que “su color es increíblemente deslumbrante. Que se sepa es el único pintor que percibe el cromatismo de las cosas con esa intensidad”. El holandés agradeció el gesto con una extensa carta y el posterior obsequio del óleo Cyprès avec deux silhouettes (Ciprés con dos figuras, 1889), hoy en el Kröller-Müller Museum de Otterlo (Holanda).
A unos meses de su muerte (junio 1890), los comentarios positivos continuaron apareciendo en diferentes medios. Un año después, el reconocido periodista, crítico y escritor galo Octave Mirbeau lo llamó “gran maestro” y reconoció inspirarse en él para crear a Lucien, el protagonista de su novela En el cielo (Dans le ciel, 1892-1893), siendo esta la primera influencia de Van Gogh en una obra literaria. Mirbeau llegó a poseer Iris (Lirios, 1890), actual propiedad del J. Paul Getty Museum) y Tournesols (Girasoles, 1888), una de las más conocidas versiones de la serie en torno a estas flores, ahora en la National Gallery de Londres.
El poder de unas cartas

Van Gogh pudo dedicarse a pintar gracias al respaldo económico de su hermano Theo y sería la esposa de éste, Johanna van Gogh-Bonger, quien lo conduciría a la celebridad.
Theo murió seis meses después que Vincent y antes encomendó a Johanna que continuara su misión de trabajar para que la obra de éste fuera apreciada.
Heredera de prácticamente toda la producción de su cuñado, Johanna supo hacer los contactos apropiados y pronto comenzaron a concretarse exposiciones que fueron decisivas, en especial las de 1892 en la galería Kunstzaal Panorama de Amsterdam y en la galería Bernheim-Jeune de París, en 1901.
También el pintor francés Émile Bernard, amigo cercano de Van Gogh, desempeñó un papel crucial al organizar en 1892 una muestra en la galería Le Barc de Boutteville de París. Su mayor acierto fue publicar ese mismo año en The Mercure fragmentos de cartas que había recibido de Vincent; y con apoyo de Johanna, de las cartas escritas a Theo. The Mercure poseía renombre internacional y los extractos atrajeron tanto que fueron reproducidos en otros países, despertando el interés de la gente por el fallecido pintor. Fue tal la atención levantada que Johanna se propuso publicar la totalidad de las misivas. Esa correspondencia se considera la biografía por excelencia del pintor y el mejor análisis de su creación.
Por su parte en Alemania, los galeristas Paul y Bruno Cassirer fueron los grandes promotores de Van Gogh; Paul montó su primera exposición en Berlín (1902), mientras que Bruno tradujo y difundió parte de las cartas impresas en The Mercure. Asimismo el prestigioso crítico y novelista Julius Meier-Graefe, también alemán, le dedicó varios textos relevantes, incluyendo una de sus primeras biografías, en 1921.
Imágenes interiores
La corona a toda esa campaña de impulso se la dio el arte mismo. La Doctora en Historia del Arte Blanca Gutiérrez Galindo, catedrática de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, (ENAP) señala que fueron los representantes del expresionismo alemán (nacido en 1905) quienes “recuperaron a Van Gogh”, a su expresión del color puro.
Vale la pena decir que Vincent es uno de los artistas más difíciles de clasificar. Se le registra como postimpresionista, pero numerosos especialistas coinciden en que esa etiqueta en su caso es más bien una manera de evadir las discusiones. En efecto, en él se ve continuidad a algunas premisas de los impresionistas, pero fue innovador al distinguirse por algo ajeno a dicha corriente: la subjetividad y la expresividad; de hecho muchos prefieren hablar de él como un protoexpresionista, pues se adelantó al plasmar una visión alucinada de la realidad e incluir motivos mucho más íntimos.
Puede decirse que Van Gogh era introspectivo. Su iconografía va referida a su propia persona: pinta a su doctor, a sí mismo, el café al que suele ir, sus zapatos, su recámara. “Tal vez pueda pensarse que todo artista hace algo similar, pero no de una manera tan frontal; además no había pasado algo así en el siglo XIX hasta Van Gogh”, comparte Gutiérrez.
Desde luego no pueden pasarse por alto sus inconfundibles pinceladas. Para él era muy importante su grueso y empaste. Al ver de lado sus cuadros, se percibe cómo los trazos sobresalen del bastidor, a manera de relieves. Lograba que más allá de la imagen final pudiera apreciarse la materia pictórica, el color vivo.
Una manera de simplificar por qué no vendió más en vida es asumir que su propuesta era adelantada a su época. Sin embargo los especialistas no lo ven así; para empezar, a la par de sus contemporáneos aprovechó circunstancias de su momento. Su obra no hubiera sido posible sin el antecedente de la Revolución industrial, gracias a la cual hubo avances que dieron pie a la fabricación de tubos de pintura, lo que permitió que él y otros pudieran pintar en exteriores.
El hecho de saberse valorado por gente que él admiraba como Gauguin, Toulouse-Lautrec, Signac, Pissarro, Seurat, debió dar a Van Gogh una idea de lo bueno que era su trabajo. Aunque seguramente le habría resultado difícil creer que de no vender, pasaría a establecer récords en el arte. Varias listas consignan los cuadros mejor vendidos de la Historia y las obras mencionadas no siempre son las mismas pero todas incluyen al menos tres de Van Gogh: Portrait du Dr. Gachet (Retrato del doctor Gachet, 1890), con una versión resguardada por el Musée d’Orsay (en París) y otra en colección privada, la cual marcó en 1990 un hito al ser vendida en 82.5 millones de dólares.
Lirios, el lienzo del Getty que perteneció a Mirbeau, se vendió en 53.9 millones de dólares. Una de las versiones de Girasoles alcanzó los 39.9 millones y hoy se encuentra en el Seiji Togo Memorial Sompo Japan Museum of Art.
DONDE HABITAN LOS TESOROS
Varios grandes museos poseen obras de Van Gogh. El Musée d’Orsay es dueño de Nuit étoilée sur le Rhôene (Noche estrellada sobre el Ródano, 1888). El Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York tiene entre sus joyas una legendaria litografía de 1882, Sorrow (Tristeza), donde aparece Sien, la prostituta con quien alguna vez vivió. Y más aún: La noche estrellada, una indiscutible favorita de todos.
Pero es en Holanda donde están los dos recintos que se precian de tener las mayores colecciones de Van Gogh. El ya citado Kröller-Müller conserva 269 obras, incluyendo la célebre Terrase du café le soir (Terraza de café por la noche, 1888).
Por su parte el Van Gogh Museum, situado en la capital holandesa, tiene 700 cartas, 200 pinturas y 400 dibujos. Abierto desde 1973, alberga la herencia que Van Gogh puso en manos de Theo. El hijo de éste cedió el espléndido acervo a la Vincent Van Gogh Foundation en los sesenta.
Con tal cantidad de obras, se explica que el Van Gogh Museum sea ‘la tierra prometida’ para los admiradores de Vincent, pues acumula no sólo la mayor cantidad de obras de todas sus etapas sino varias de las más icónicas, como De Aardappeleters (Los comedores de patatas, 1885), La Maison et son entourage, La Rue (La casa amarilla, 1888) y La Chambre à coucher (El dormitorio en Arles, 1888, del cual existen dos versiones más: en el Art Institute de Chicago y el Musée d’Orsay).
Los expertos señalan que las mejores creaciones de Van Gogh fueron las de su última etapa. A ella pertenecen joyas del museo como Racines des arbres (Raíces de árbol, 1890) y Champ de blé aux corbeaux (Campo de trigo con cuervos, 1890); de ambas se dice que pudieron ser sus pinceladas finales.
UN HOMBRE LLAMADO VINCENT
Las obras de Van Gogh constituyen un recuento visual de su biografía. Cuando decidió empezar a pintar, a los 27 años, ya había probado fortuna como comerciante de arte, profesor y evangelizador. En cada uno de sus intentos mostraba una gran pasión que en la pintura halló el cauce idóneo.
Fue mayormente autodidacta, aunque en 1881 tomó clases de pintura con su primo político Anton Mauve, en La Haya, y durante 1886 acudió un par de meses a la Escuela de Bellas Artes en Amberes.
Instalado en París en 1886, comenzó a relacionarse con otros pintores, por iniciativa de su hermano. Es igualmente conocido que éste se encargó de mantenerlo, liberándolo así de cualquier carga laboral que lo distrajera de su quehacer artístico.
Se subraya que en la época parisina realizó sus muchos autorretratos. En ellos puede hallarse tanto al artista como a la persona. El Maestro en Artes Visuales Salvador Herrera Tapia, catedrático de la ENAP, señala que por un lado son quizá los cuadros que más denotan su búsqueda de un método pictórico propio, pues trataba que el color se fuera sistematizando. Por el otro, son retratos muy emocionales. Como ejemplo puede citarse uno que hoy se encuentra en el Musée d’Orsay (1889), donde tiene como fondo una suerte de entramado hecho con una paleta muy armónica y clara.
Un par de años después, Van Gogh se mudó a Arlés a la célebre casa amarilla, donde estaba el famoso dormitorio. Fue en ese mismo sitio que Gauguin pasó junto a él un par de meses, y ahí tuvo lugar el trágico y legendario episodio de la oreja. Pese a los persistentes rumores, Van Gogh se mutiló únicamente un trozo del lóbulo y no la totalidad de ésta.
Tras el escandaloso incidente, Vincent se recluyó en una clínica psiquiátrica en Saint-Rémy, una ciudad cercana; y desde ahí continuó pintando. La escala final de su trayecto sería en Auvers-sur-Oise. A juzgar por sus lienzos logró compenetrar totalmente con el entorno, sus pinceladas se ven más seguras que nunca, su uso del color no podía ser más distintivo en este punto. Las obras hablan por sí mismas: Van Gogh alcanzó su meta, pintaba justo como quería.
En el camino a esa irrefutable voz propia, Van Gogh convivió con otros artistas: Gauguin, Toulouse-Lautrec, Pisarro, Seurat, Signac y más. Al ver en retrospectiva su trabajo, es válido preguntar si alguno o varios de ellos influyeron en Van Gogh. El Doctor en Historia Jorge Manrique Castañeda (quien fuera fundador del Museo Nacional de Arte y director del Museo de Arte Moderno) comenta que efectivamente hay una influencia de todos esos artistas en sus respectivas creaciones. Mientras que la Doctora Gutiérrez amplía esa percepción al postular que más bien se percibe una especie de diálogo, una relación horizontal donde uno observaba lo que hacía el otro, lo comentaba y a la vez obtenía una retroalimentación de su propio trabajo.
ARTE NACIDO DEL CAOS
Parte de la popularidad actual de Van Gogh se debe también al final que tuvo su vida. El 27 de junio de 1890 salió a pasear y regresó horas después a la pensión donde vivía, herido. La historia cuenta que él mismo se disparó en el pecho y murió en brazos de Theo tras dos días de agonía. Esa imagen del artista agotado por el esfuerzo, por luchar contra sus propios demonios sin obtener el reconocimiento y avergonzado de ser una carga para su hermano, se ve coronada con el suicidio y dota a Van Gogh de un aura trágica que en el caso de los artistas brinda un cierto prestigio.
En noviembre de 2011 fue publicado Van Gogh. La vida (Van Gogh, The Life), autoría de Steven Naifeh y Gregory White Smith, previos ganadores del Pulitzer por su libro sobre Jackson Pollock. Tras una investigación de 10 años, Naifeh y White Smith, entre otras cosas afirman que Vincent no se suicidó. El pintor habría estado jugando con dos adolescentes y René Secretan, de 16 años, sería quien le disparó accidentalmente. Vincent asumió la responsabilidad para que no se castigara a los jóvenes. Las opiniones están divididas, pues las aseveraciones de Naifeh y White Smith son expuestas con lo que pareciera ser evidencia o argumentos firmes; por ejemplo, que tras el disparo Van Gogh caminó más de un kilómetros hasta la posada y si deseaba morir lo lógico era quedarse en el sitio del disparo. Otros documentos de la época, como una carta de Émile Bernard a Albert Aurier, confirmarían que Vincent se mató deliberadamente.
La Doctora en Filosofía y Maestra en Psicología Social Graciela Mota Botello señala que una desolación como la de Van Gogh puede conducir perfectamente al suicidio, “es congruente con la búsqueda de lo absoluto, la gran pretensión del creador artístico”.
A lo largo de las décadas, se ha discutido mucho sobre el estado mental de Vincent y la influencia de éste en su creación. En sus cartas, hacía mención a “crisis” o “ataques”. En su momento, los doctores creyeron que su problema era un tipo de epilepsia, sin embargo sus síntomas incluían rasgos de psicosis, trastornos de la conciencia, delirios, alucinaciones, depresión. Se habla de una predisposición genética pero también de que el consumo de ajenjo, considerado un potente psicotizante, debió agravar cualquiera de sus problemas; igualmente habrían influido circunstancias como su ajetreado ritmo de trabajo. En cualquier caso la postura actual más validada es la de una disfunción psiquiátrica provocado por factores tanto internos como externos.
No obstante, los especialistas rechazan que el legado de Van Gogh esté vinculado a su condición psicológica.
GENIALIDAD VS. ALUCINACIÓN
La Doctora Mota, autora del libro Psicología, arte y creación, es enfática al comentar que la creación artística está por encima de cualquier situación psicológica. Van Gogh es un paradigma en este renglón porque a partir de él, en diferentes momentos y países se han querido sustentar posturas según las cuales, por ejemplo, todo esquizofrénico sería un artista en potencia. “Indudablemente tenía trastornos psicóticos severos, procesos depresivos pavorosos, alucinaciones; pero la creación no es calca de la mente. Pensar que Van Gogh trataba de hacer una fotografía de las imágenes que veía en su mente, es una interpretación muy vulgar”.
El uso que el neerlandés le dio a los colores también ha sido señalado como producto de una alteración mental e incluso de un defecto de la visión presumiblemente de tipo congénito (se ha hablado de daltonismo y de dificultad para percibir los rojos); o bien provocado por una intoxicación con digoxina, presente en una planta que se usaba en el tratamiento de la epilepsia (mas no hay evidencia de que Van Gogh la tomara).
En opinión del Maestro Salvador Herrera, quien desde hace más de dos décadas realiza una investigación acerca del color en la pintura, la obra de Van Gogh pone en evidencia que tenía un ojo muy educado. “Él veía bastante más de lo que uno puede ver; pintaba un cielo tormentoso con colores azules muy claros haciéndolos parecer oscuros”. El experto explica que ese manejo corresponde a la teoría del color de Goethe, la cual en resumen planteaba que los colores se encuentran en las sombras, que éstas no son negras sino tienen otro color en ellas.
Herrera coincide en que Van Gogh pudo tener una personalidad alterada, nerviosa, irritable, propia de alguien que se preocupa constantemente por su creación, por el cauce que llevaba la pintura en esa época, rumbo que a él ya no le funcionaba. Y tan no le funcionaba que diseñó su propio sistema. “Él creó este ritmo de pinceladas divididas; si las fundimos, todo se grisa, se bate. Tenía que haber entonces una modulación como de mosaicos; si él veía algo verde, utilizaba el verde, a veces el gris y a veces un color contrario. Esa modulación de tres elementos la iba repitiendo para poder entender tanto la luz como la sombra, integrarlas”. Queda claro entonces que su uso del color no era fruto de una alucinación o el impulso de una mente enferma sino de la cuidadosa planeación, el estudio, la observación detenida y claro, su creatividad.
DE ARTISTA A INSPIRACIÓN
Fuera del ámbito de la plástica, Van Gogh es inspiración para muchos. Hay quienes se tatúan sus obras, unos más lo trasladan a otras vertientes artísticas.
“Noche estrellada. Pinta tu paleta azul y gris. Mira el día veraniego con los ojos que conocen la oscuridad en mi alma”. Así comienza Vincent, canción de 1971 escrita e interpretada por Don McLean (el compositor de la famosa American Pie). En sus conciertos de los setenta Bob Dylan cantaba un tema sobre el pintor (autoría de Robert Friemark). Bob Neuwirth, también figura del folk, compuso Vincent van Gogh. Hay un puñado de temas que van del pop y el jazz al género clásico, inspirados por el holandés.
Además de sus indispensables cartas y los libros que compilan sus obras, se ha publicado una serie de textos de tipo biográfico o ensayístico. Otros lo toman como personaje para ficciones o crean historias paralelas a partir de hechos reales. Incluso desde 2011 se anuncian la próxima impresión de un descabellado volumen que ‘destapa’ a Van Gogh como el hombre tras Jack el Destripador (Vincent alias Jack, Dale Larner).
Posiblemente el libro más buscado es Anhelo de vivir (Lust for Life, 1934), biografía novelada de Irving Stone que sirvió para base de la aclamadísima película homónima (Vincente Minelli, 1956, subtitulada en México como Sed de vivir), protagonizada por Kirk Douglas en lo que a la fecha se considera una de sus mejores interpretaciones; incluso estuvo nominado al Óscar, en una época en la que dicho premio aún significaba algo. Para la cinta se hicieron tomas de numerosos cuadros originales y se produjeron réplicas para los sets.
Los sueños (Dreams, 1990) del emblemático Akira Kurosawa, llevó a la pantalla ocho sueños que el afamado cineasta tuvo en distintas etapas. En uno de ellos, Cuervos, el joven Akira se encuentra a Vincent (interpretado nada menos que por Martin Scorsese) en medio del campo; el pintor desaparece y Kurosawa lo sigue, entrando en varias de sus pinturas. La visión culmina con una abrumadora recreación del Campo de trigo con cuervos.
Otra producción notable de corte biográfico es Vincent & Theo (Robert Altman, 1990), con Tim Roth en el rol estelar. En total se cuenta alrededor de una veintena de películas (para cine o tv) y documentales donde predomina el tratamiento verídico, sin que falte la ficción.
PERMANENCIA MULTICOLOR
La figura del artista entregado a su trabajo al punto de la locura es garantía de éxito comercial; aun así en nuestra época la popularidad se basa no tanto en las aportaciones o el significado que culturalmente tenga su obra, sino en el enaltecimiento de un mito.
Analizándolo sin distorsiones románticas, la manera casi desenfrenada con la que Van Gogh se entregaba al trabajo refuerza que lo suyo no era locura sino una muestra de “congruencia y valentía para enfrentar sus propios fantasmas, muy superiores a las que podría tener un neurótico. Para él su existencia resultaba menor frente a la posibilidad de aportar algo a la belleza”, sintetiza Graciela Mota.
Así, afortunadamente y pese a la etiqueta de ‘artista maldito’, de hombre rechazado y menospreciado, su convicción por el arte y capacidad creativa están fuera de cuestionamiento. Como apunta el Doctor Manrique: “Para la fortuna crítica del pintor influye su biografía y en el caso de Van Gogh siempre se hablará de la oreja y la muerte trágica, pero lo más importante es su momento en la pintura”.
El mundo del arte en general seguirá cercado por leyendas que exalten las virtudes y defectos de sus protagonistas. Pero aun quien no conoce nada de la historia personal de Vincent es susceptible de sentirse envuelto por la calidez de sus pinceladas; de abrir los ojos y por un momento sentirse en medio de sus trigales, bajo cielos tormentosos, y acaso seguirlo unos momentos, como hiciera Kurosawa.
Fuentes: Doctor en Historia Jorge Manrique Castañeda, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, miembro de la Academia Mexicana de la Historia y la Academia Mexicana de Ciencias; Doctora en Historia del Arte Blanca Gutiérrez Galindo, profesora titular de Arte Contemporáneo de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM; Maestro en Artes Visuales Salvador Herrera Tapia, pintor y catedrático de Pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM; Doctora en Filosofía y Maestra en Psicología Social Graciela Mota Botello, investigadora titular “A” definitiva de tiempo completo de la Facultad de Psicología de la UNAM; Van Gogh Museum; Kröller-Müller Museum; Musée d’Orsay; Museum of Modern Art (MoMA); J. Paul Getty Museum; National Gallery; The Van Gogh Letters Project; The Origin of the Work of Art, Heidegger, Martin (1936); Vincent van Gogh y el cine (Bazán de Huerta, Moisés, 1997); BBC News; The Huffington Post; The Telegraph; History Channel; La Jornada; IMDB.com.

Psicología en "La Naranja Mecánica". Algunas nociones sobre Condicionamiento Clásico.

Este año se cumplirán 44 años del estreno del film "La Naranja Mecánica" de Stanley Kubrick, una de las joyas del cine, basado en la novela homónima de Anthony Burgess.



La película muestra la historia de Alex, un joven amante de la música de Beethoven (especialmente de la Novena Sinfonía) perteneciente a una banda ultra-violenta. Tras cometer varios actos delictivos y sufrir la traición de sus propios compañeros, es detenido y enviado a prisión.
Tras un tiempo encarcelado, con el objetivo de salir antes de prisión, se ofrece voluntario para ser sometido a una nueva terapia, la técnica Ludovico. Supuestamente, esta técnica acabaría con su conducta violenta.

Esta técnica ficticia está basada en el Condicionamiento Clásico. Para entender mejor en qué consiste la "Técnica Ludovico", vamos a explicar algunas nociones básicas sobre este tipo de condicionamiento.



FEB
13




El Condicionamiento Clásico, un tipo de aprendizaje, fue descubierto por Pavlov, fisiólogo ruso, mientras que realizaba investigaciones con perros.



Pavlov observó que, ante la comida, el perro reaccionaba salivando, de forma natural. Sin embargo, con el tiempo, el perro no salivaba sólo ante la comida, sino también ante otros estímulos que la rodeaban (diapasón), que en un principio no producían esa respuesta. El perro había "aprendido" a anticipar la llegada de la comida.
Cualquier estímulo que provoca una respuesta de forma innata en un sujeto se denomina Estímulo Incondicionado, mientras que la respuesta que provoca se llama Respuesta Incondicionada. En el caso de la investigación de Pavlov serían la comida y la salivación respectivamente. Otros estímulos son neutros, es decir, en principio, no provocan ninguna respuesta "especial" en el sujeto (por ejemplo el diapasón empleado por Pavlov). 
Si se presentan el Estímulo Incondicionado y el Estímulo Neutro de forma simultánea durante un número determinado de ocasiones (la comida y el diapasón), se consigue que, ante la presencia del Estímulo que en un principio era neutro, el sujeto emita una respuesta similar a la que emitía ante el  Estímulo Incondicionado (Respuesta Incondicionada). El Estímulo neutro, en ese momento, se convierte en un Estímulo Condicionado, mientras que la respuesta, pasa a ser una Respuesta Condicionada. 



En este experimento, el Estímulo Incondicionado es apetitivo, es decir, es agradable para quien lo recibe (comida). Sin embargo, en el Condicionamiento Clásico también pueden emplearse estímulos aversivos (que resultan desagradables para quien los recibe), como por ejemplo, descargas eléctricas.

Volviendo ahora a "La Naranja Mecánica", la "Técnica Ludovico" estaría basada en un Condicionamiento Clásico aversivo. 
Alex es expuesto a imágenes violentas (que no puede evitar), con la música de la Novena Sinfonía de Beethoven de fondo. A la vez, se le proporciona una droga que le produce náuseas. Si se presentan el Estímulo Incondicionado y el Estímulo Neutro de forma simultánea durante un número determinado de ocasiones (la comida y el diapasón), se consigue que, ante la presencia del Estímulo que en un principio era neutro, el sujeto emita una respuesta similar a la que emitía ante el  Estímulo Incondicionado (Respuesta Incondicionada). El Estímulo neutro, en ese momento, se convierte en un Estímulo Condicionado, mientras que la respuesta, pasa a ser una Respuesta Condicionada. Vamos a prestar atención a varios estímulos de la situación:
  • Droga: produce náuseas (Respuesta Incondicionada), es por tanto un Estímulo Incondicionado aversivo.
  • Escenas violentas: para Alex, es un Estímulo Condicionado apetitivo (en principio, ver esas imágenes es agradable para él).
  • Música de Beethoven: para Alex es un Estímulo Condicionado apetitivo (como hemos comentado antes, le encanta esa música).
Resumiendo, se presentan dos estímulos agradables para el protagonista (música y violencia) junto con otro aversivo (droga que produce nauseas). Tras varios ensayos, tanto la música como las escenas de violencia, provocan en Alex nauseas (Respuesta Condicionada) sin que sea necesario administrarle la droga.
Pero, ¿habrán conseguido así que Alex deje de ser un delicuente y se integre en la sociedad?Lo dejo en el aire para quien no haya visto la película.... (Es genial, absolutamente recomendable).
El Condicionamiento Clásico está presente en nuestras vidas: cuando por ejemplo, probamos una comida nueva que nos sienta mal y desde ese momento no volvemos a comerla más; cuando nos gusta un nombre propio, simplemente porque es el nombre de alguien a quien apreciamos; cuando las personas que reciben tratamiento con quimioterapia sienten nauseas ante ciertos estímulos que en principio no las provocan.... Recuerdo el caso de una compañera de colegio, que sufrió leucemia de pequeña. Periódicamente tenía que tomar, dentro de su tratamiento, una sustancia de color rojo que le era suministrada por un enfermero. Esta sustancia le producía nauseas. Varios años después, me comentaba que le entraban nauseas cada vez que veía a una popular muñeca con un vestido, justo del mismo color que la sustancia que tomaba y ante el enfermero que se la suministraba (¡pobre hombre!).
Y aunque el Condicionamiento Clásico es la base de algunas técnicas empleadas en Psicología, sobre todo dentro de la Modificación de Conducta, no es cierto que sirva para tratar cualquier tipo de "trastorno".
Con esto último me refiero a las prácticas de algun@s "terapeutas" (no sé cómo denominarles) que afirman poder "curar" la homosexualidad, haciendo que la persona "enferma"  asocie escenas de sexo entre parejas homosexuales con escenas desagradables (gusanos, putrefacción...)... 
Conseguirán, por supuesto, que estas personas sientan asco cada vez que vean una escena erótica entre dos personas del mismo sexo, pero no las "curarán". En primer lugar, porque no tienen ninguna enfermedad y en segundo lugar porque la orientación sexual de una persona es algo mucho más complejo.

Blade Runner: El sujeto replicado



“Si los registros del ser están en algún lado,
a fin de cuentas, están en las palabras.
No forzosamente en palabras verbalizadas.
Puede que sea un signo en una muralla…
( )…No queremos decir otra cosa cuando decimos que
el complejo de Edipo es esencial para que el ser humano
pueda acceder a una estructura humanizada de lo real”.
(Jacques Lacan, Seminario de Las Psicosis)
Freud desplazándose a lo largo de las coordenadas de su teoría denuncia un límite: existiría una roca mítica que permanece inalterable, que se hace imposible atravesar y que, según intuye, se encontraría en algún lugar situado en los orígenes de sus pacientes neuróticos. Momento cronológicamente inaprensible, aunque rastreable en la narración de las infancias de los sujetos. Una especie de parto que prescinde de las huellas amnióticas de rigor. Parto que no deja rastros de sangre, pero que no está exento de dolor. Parto que invierte su dirección, que ya no trata de una expulsión, ya antes realizada, sino de una incorporación, un acceso a un gran útero atemporal, a una gran matriz virtual que nos preexiste y que, al mismo tiempo, nos permite quedar entramados en la compleja red de relaciones con nuestros semejantes. Una enter-password que nos permite el acceso a lo humano propiamente tal.

Si bien Freud parece no haber explicitado su teoría del sujeto, parece también cierto que ella se encuentra cifrada a lo largo de toda su obra, constantemente referida y entre líneas. Entonces Lacan hará gala de su perspicacia y disciplina para, en su retorno al maestro, despejarla y, de pasada, disfrazado de una relectura, proponer un paso más en su elaboración.

En este recorrido, según alcanzo a entender, cobrará una importancia esencial el tema del Edipo. Drama amoroso familiar revestido de celos y envidias que unido al concepto de castración se alzará como respuesta mítica a ese momento crucial en la estructuración del sujeto en el contexto particular de la experiencia psicoanalítica.

Este trabajo pretende ser un intento de dar sentido a mi propia elaboración del tema, a mi propio recorrido teórico aún incompleto, a mis propias dificultades y malos entendidos, pero también a mis aciertos…Al menos eso espero.

Para ello me valgo del ejemplo de los maestros: Freud lee a Sófocles y su Edipo Rey. Por su parte Lacan hace lo mismo con Poe y su Carta Robada. Todo ello con el fin de mostrar en movimiento los conceptos acerca de los cuales teorizan. En este caso, guardando las proporciones, obvio, yo veo a Ridley Scott y su film “Blade Runner” y ello me permite pensar el Edipo y el origen del sujeto en 35 mm. Y así poner en contexto, en relación, mis avances hasta ahora sobre el tema. Lo demás…a la salida de la función…

Sujeto y Psicoanálisis.

Sin duda el tema del sujeto no es un tema ligado específicamente al psicoanálisis. Lo vemos abordado desde una serie de perspectivas distintas. Ya desde la filosofía, la religión, la literatura o en el arte en general. Quizás lo particular del psicoanálisis sea el lugar donde intenta pensar a ese sujeto. La ubicación donde intenta localizarlo.

Freud, quizás sin quererlo, o quizás sí, a través de su trabajo destituye al yo, a la conciencia, de su protagonismo dentro del pensamiento occidental, ilustrado, heredero del Renacimiento. Relega al sujeto hacia una zona desconocida, una dimensión oscura y profunda, desde donde solo podemos acceder a sus efectos visibles solo en la superficie. Revolución copernicana que alborota la susceptibilidad de su época y que estrena, no sin escándalo, lo que será su “psicología de las profundidades”.

El impacto deja heridas y fracturas expuestas. El animal humano ya no sería tan libre como se solía pensar. El libre albedrío es denunciado como una simple ilusión y la fe en el individuo, consciente, racional, se pierde para siempre. Incluso Dios se estremece.

El psicoanálisis viene a postular nuestro total sometimiento a los determinismos tan dominantes como cualquier otra especie. Excepción hecha de nuestras habilidades lingüísticas y nuestro raciocinio que nos aparta de una relación directa con la naturaleza, que la hace imposible. Habilidades peculiares que inéditamente nos da la posibilidad de preguntarnos por nuestra propia existencia o amar, odiar, mentir, hacer chistes y darle a la sexualidad la más variada gama de variantes.

Entonces desde Freud surge un nuevo sujeto, uno más bizarro, un sujeto que en psicoanálisis se le denomina del inconsciente, siendo a su vez el inconsciente la condición de esta subjetividad. Una subjetividad escindida con la que tendremos que arreglárnosla y que, según Lacan, piensa donde no es, luego es donde no piensa.

Un sujeto que por un lado renuncia a la satisfacción de sus deseos en pos de la convivencia con sus prójimos y que por otro lado se rebela ante esta adecuación, que nunca se apacigua completamente, que siempre manifiesta, de una u otra forma, el inevitable malestar que le produce la cultura.

Pero ¿Cómo rastrear el momento en que este sujeto hace su aparición en escena?

Pienso que el trabajo teórico de Freud apuntó en esa dirección quizás sin proponérselo de manera concreta. Que en algún momento surgió como una necesidad práctica, un eslabón necesario para continuar pensando el psicoanálisis, y que el despliegue que elabora acerca del complejo de Edipo tiene que ver con una construcción, con un intento de respuesta en ese sentido.

Si Freud tiene que recurrir al mito debería hablarnos de lo inaprehensible de ese momento, de su condición límite a toda explicación causal. Aún así él insiste y da muestras de su genialidad. Lo construye en la medida que avanza, en la medida que surgen obstáculos y con ello le da el sello que acompañará, en todo momento, a la disciplina que inaugura.

El recorrido del psicoanálisis no es fácil, a Freud le lleva toda una vida y en algún momento incluso se confunde con ella. Su teoría lo abduce. Nada parece interesar fuera de sus límites, aún así transmite su deseo de que sea constantemente repensada, que esté siempre en movimiento, que nunca se pueda decir la última palabra y caer en la ilusión de un saber establecido.

Me parece que es eso lo que convierte al psicoanálisis en una experiencia única. Transmitida desde la propia e irrepetible marca de la seducción a través de la cual nos dejamos atrapar por ella. Cosa que, según creo, no deja de tener efectos en nuestro trabajo clínico.

Es dentro de esta experiencia cuyas coordenadas parecen ser la sexualidad y la muerte, que acepto el desafío de ahondar en sus conceptos y, en este caso en especial, pensar acerca de este sujeto que es, de alguna forma, efecto mismo del psicoanálisis. Trayecto durante el cual repetidas veces me encontré con la escena edípica lo que me hizo sospechar su crucial importancia y, también, imposible no abordarla.

Escena que me hace pensar en Freud como un miembro más dentro de una especie de gran hermandad que a lo largo de la historia ha cuestionado el sujeto de su época. Si en la Edad Media el golem, como criatura que surge del deseo de crear un ser humano copiando la receta de Dios, cobra vida a partir de una palabra fundamental, una de tal verdad que solo el hecho de grabarla en la frente de un modelo de barro traerá su despertar en medio de la oscuridad que rodea a los alquimistas, en la época del Romanticismo, será Victor Frankenstein quién retomará el intento por cuestionar los progresos de una ciencia que ambiciona divinizarse a través del nacimiento de su propia criatura y sus experimentos con la energía eléctrica como vía para conseguir el tan añorado soplo de vida.

Luego vendrá Freud, quién relevará a sus antecesores planteando su propia versión del surgimiento del sujeto humano en la época del individuo autoconsciente y autodirigido. Para ello hará entrar al espíritu santo, humanizador, a través del Edipo y la posibilidad de acceso a la cultura…y más tarde Lacan lo subtitulará con su teorización acerca del lenguaje y lo simbólico…

El momento del Edipo.
El complejo de Edipo no se encontraba en un principio. Freud tuvo que darse cuenta que, por más bien intencionados, sus pacientes le mentían para recién considerar que el trauma sexual de su revisada teoría de la seducción podía ser fantaseado. Desde entonces se ve llevado a plantear, aún en contra de la mirada escandalizada de su época, que en la infancia la sexualidad juega un importante papel.

En su texto “La organización genital infantil” de 1923 Freud confiesa “Es bien demostrativo de la dificultad que ofrece el trabajo de investigación en el psicoanálisis que rasgos universales y constelaciones características puedan pasarse por alto a despecho de una observación incesante, prolongada por decenios, hasta que un buen día se presentan por fin inequívocamente; con las puntualizaciones que siguen querría reparar un descuido de esa índole en el campo del desarrollo sexual infantil”. Desde aquí el encuentro con la diferencia sexual complejizará aún más el panorama del complejo de Edipo.

La adición de la amenaza de castración y el despliegue de la etapa fálica dará la articulación necesaria para darle la vital importancia a este período en la constitución del futuro sujeto.

Llega a ser tan importante que Freud, asumiendo las diferentes formas en que la escena edípica se atraviesa en el caso del varón y la niña, dirá en su texto “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” a propósito de esta escena que “...es algo tan sustantivo que no puede dejar de producir consecuencias, cualquiera que sea el modo en que se caiga en él o se salga de él”.

La salida implica un logro cultural. Un ordenamiento de las pulsiones parciales polimorfas de la infancia al modo de una canalización necesaria para vivir en sociedad. Una cosa por otra, quid pro quo. No todo es posible. Habrá que asumir la propia castración. O como dice el versículo bíblico “Todo te esta permitido, más no todo te conviene, no todo te edifica”.

De alguna manera, pensándolo a partir del versículo anterior, la escena en que Adán y Eva son expulsados del paraíso me parece muy en la línea edípica pensada por Freud. El niño es expulsado de su paraíso imaginario consecuencia de la ley del Padre. Por comer, o intentar comer, de lo que no se debía es separado de la madre naturaleza. ¿Prohibición del incesto? Puede ser.

Lacan retomará el tema del Edipo insertándolo en una trama más compleja dándole un estatuto simbólico. El incorpora la dimensión del lenguaje trasformando este pasaje en un acceso a la posibilidad de formar parte de la humanidad.

Ya en su primer seminario, donde Lacan da especial énfasis al tema de lo simbólico, nos habla de la necesidad de reconocer la situación del sujeto en este orden simbólico, reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas que cubriría todo el campo de las relaciones humanas, y cuya célula inicial no sería otra cosa que el complejo de Edipo, lugar donde se decide la asunción del sexo.

Más adelante, en el mismo seminario nos dirá “El desarrollo sólo se produce en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en él, se afirma a través del ejercicio de una palabra verdadera...( )...Sin duda no cualquier palabra: en esto radica la virtud de la situación simbólica del Edipo...( )...Verdaderamente ésta es la llave, llave en verdad pequeña...” Pequeña, pero esencial para que el ser humano pueda “acceder a una estructura humanizada de lo real”. Al menos hasta que no se piense en otra posible llave.

Para Lacan está claro. Si el cachorro humano no es capaz de incorporarse a este orden que lo preexiste, que ordena su mundo en relación con sus semejantes no podríamos hablar de sujeto, de sujeto neurótico al menos. Sin la introducción del significante y sus leyes se estaría perdido.

Esa es la virtud del Edipo, el pasaje de la Madre al Padre vía la castración. Oportunidad de acceder a una posición subjetiva ante el Gran Otro, el Otro del Lenguaje, el reservorio de significantes, etc.

Por otra parte, y esto pensando en algunas de las críticas que se plantean a la teoría lacaniana, aquello no significa que un sujeto se hará más o menos humano según logre transformarse o no en una figura abstracta, etérea, un ectoplasma sin cuerpo arrojado de significante en significante condenado a vagar eternamente. Esto no haría más que olvidar la estrecha e imbricada relación existente entre los tres registros aportados por Lacan: real, simbólico e imaginario.

Según lo entiendo, para Lacan lo humano tendría la particular característica de ser una humanidad parlante, de ocupar esa compleja estructura de símbolos que es el lenguaje. Por un lado el acceso a sus leyes, pero también el modo particular en que hacemos uso de él una vez instalados. Cuerpo atravesado por este lenguaje. Palabra encarnada en un sujeto que habla y que no deja de tener efectos. Que de algún modo anuncia o cifra su deseo. Que de algún modo dice menos de lo que quiere, pero al mismo tiempo también lo excede. Sujeto radicalmente escindido, moi ( yo en francés, pero en su dimensión imaginaria) y por otro lado Je (sujeto en su dimensión simbólica). Sujeto del enunciado/Sujeto de la enunciación, respectivamente.

Si nuestra morada es el lenguaje, el deseo sería nuestro motor. Y el modo de acceso al estatuto de sujetos deseantes sería aquella mítica operación simbólica inserta en el Edipo, aquel primer significante, S1, Nombre del Padre, que a través de su acción metafórica primigenia nos inserta en la cadena simbólica donde se desplegará nuestro deseo. Deseo que se empeña en colmar una falta radical. La de aquel primer objeto perdido irremediablemente para siempre.

Ahí la clave de nuestro ser-humanos-en-el-mundo. Ser sujetos de un deseo que se juega en otra escena, cuya satisfacción plena se nos escapa, pero que al mismo tiempo nos mantiene en la promesa imaginaria de un goce posible. Ilusión que nos mantiene ocupados durante ese rodeo más o menos breve que es la vida mientras nos alcanza la muerte.

Debo aclarar que del sujeto que hablo es específicamente él de la neurosis. Sin acceso a la ley del significante no existe neurosis nos advierte Lacan. Por ello, la perversión y, sobre todo, la psicosis quedan en suspenso hasta otra ocasión.

Un poco de cine.
Si el breve recorrido que he elegido me ha llevado a tomar la escena edípica como momento simbólico crucial para la constitución del sujeto pensado desde el psicoanálisis, lacaniano específicamente, aquel primer encuentro con la ley del significante donde la metáfora paterna muestra todo su efecto humanizante, me queda intentar mostrar como podría pensarse su puesta en escena en el film que he escogido en esta oportunidad.

Luego de esta apretada sinopsis basta acomodarse en la butaca mientras las luces se apagan y comienza la función…

Blade Runner, film basado en la novela “Do Androids Dream Of Electric Sheep?” (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), del escritor Phillip H. Dick, fue dirigida por el director Ridley Scott y estrenada en las salas de cine en el año 1982. Un año después de la muerte de Jaques Lacan. Probablemente si él hubiese alcanzado a ver esta película habría tenido que escribir más de algún texto sobre ella. Mínimo.

La historia nos instala en el año 2019. La corporación Tyrell ha diseñado una serie de replicantes (androides) con el fin de realizar los trabajos indeseables para el ser humano. Nexus-6 corresponde a la generación más avanzada, fueron diseñados con una inteligencia equivalente a los ingenieros que los crearon. Debido a ello fueron considerados una peligrosa amenaza y se les prohibió habitar en la Tierra. Sin embargo, seis de estos replicantes, pese a todas las medidas de seguridad, escapan y logran llegar hasta nuestro planeta. La policía ha decidido encargar al detective Deckart (Harrison Ford) un blade runner, una especie de caza-replicantes, el trabajo de eliminarlos.

Deckart, eficiente y metódico, los irá eliminando uno tras otro y, en el trayecto, como de pasada, se enamorará de Rachel, una hermosa replicante modelo experimental.

¿Por qué escoger este film en particular? Básicamente porque me da la posibilidad de pensar el tema del sujeto a partir de estos personajes, los replicantes, que tratan de ser una réplica biomecánica tan fiel al modelo humano original que logran convertirse en una amenaza.

Se podría decir que en la novela de Mary Shelley, su Frankestein, se aborda el mismo tema. Claro, pero con la sutil diferencia que su criatura nunca deja el estatus de monstruo. Nunca llega al nivel de confusión con la imagen de su creador. No logra dar ese paso y creo que tampoco fue la intención de su autora. La deja en el nivel de una notable novela de ficción gótica. En cambio, La Corporación Tyrell, lanza al mercado su serie de replicantes bajo el sugerente slogan “Más humanos que los humanos” Precisamente por ello, porque logran poner nerviosa a nuestra especie, es que encuentro interesante mirarlos a la luz de la teoría psicoanalítica y detenerme a pensar un poco más en ellos.

Ya desde la primera escena se nos sorprende. Se ve a un obrero pasar a la oficina de un administrador de test mientras una voz en off lo presenta diciendo “Siguiente sujeto, Klowaski Leon”. Leon luego de ser sometido a la prueba queda al descubierto como replicante.

No resulta menor que aquel androide sea confundido con un humano y que se haga necesario exponerlo a una prueba que busca provocar una reacción emocional para reconocer su naturaleza biomecánica y delatarlo.

¿Cuál es el truco? Una sutileza: buscar su falla. Alguna vez, a alguien, en algún lugar le oí decir que si bien el momento en que el Nombre del Padre opera no nos es posible aprehenderlo directamente, siempre podemos tener noticia de su existencia a partir de sus efectos cuando no se realiza, a partir de los efectos de su falla operativa. Para ello, aquella vez, se ejemplificó con un caso de psicosis.

En el caso de un replicante conviene conocer un poco más acerca de su naturaleza. Ellos fueron diseñados para imitar a los humanos en todo, excepto sus emociones. Aún así, existía la posibilidad de que desarrollasen emociones propias debido al avance tecnológico con que fue creada la generación de los Nexus-6. Ella los hacía capaces de, en algún momento, poder sentir odio, amor, miedo, enojo, incluso envidia. Todo en el ámbito de las posibilidades. Previendo esta situación se tomó la precaución de dotarlos con solo cuatro años de vida. Período que los hacía emocionalmente inmaduros debido a que solo contaban con esos cuatro años para almacenar sus experiencias.

Hasta ahí nada hacía sospechar que un replicante fuera susceptible de humanidad. Solo que hubo un paso más: Se les implantó una serie de recuerdos, tomados de personas reales, que les creaba la ilusión de una vida con pasado incluido.

Hay todavía un segundo paso más: Rachel, la replicante experimental, prototipo de una siguiente generación post Nexus-6, en uno de los diálogos con Deckart se defiende de la acusación de ser un androide mostrándole al blade runner una fotografía de ella cuando pequeña junto a su madre. Deckart le pregunta por algunos otros recuerdos de su infancia. Aparece entonces uno en donde Rachel juega al doctor con su hermano y éste le muestra su pene. Cuando le toca el turno a ella de mostrar lo suyo, escapa asustada. Deckart se da cuenta que Rachel ha ignorado siempre su naturaleza replicante. Perfección asombrosa.

Con ello tenemos el cuadro más o menos estructurado. Una criatura replicante, biomecánica, que no solo es una computadora sino que también “carne”, poseedora de un cuerpo. A ello hay que agregar su manejo del código lingüístico que lo instala en lo simbólico con el detalle de agregarle todo un set de recuerdos prestados con lo cual el sujeto puede hacer manejo de un habla particular y replicar una existencia. Pero eso no es todo. Con el set de recuerdos pasados se incluye unos que tienen que ver con la sexualidad, específicamente uno sobre la diferencia anatómica de los sexos. Es decir que podemos intuir que se ha replicado incluso un complejo de Edipo.

Ya en este momento tenemos una réplica humana bastante exacta aunque en escala reducida. Y lo que viene es aún más sorprendente. Aún faltaba ese detalle, el de introducir la perspectiva de la muerte con la cual la maqueta replicante queda totalmente terminada. En un momento del film se nos aclara que los replicantes que volvieron a la Tierra escaparon debido a que supieron que su duración era solo de cuatro años de vida. Esto gatilla su idea de volver y encontrar a su padre-creador para pedirle alargue la cifra vital.

De esta forma podemos encontrarnos con un “sujeto replicante” que es capaz de preguntarse acerca de su propia existencia. Buscar respuestas a sus inquietudes existenciales e incluso enamorarse del protagonista y buscar un sentido para su vida. Un ser capaz de tomar decisiones que le permitan vivir de la mejor forma posible el tiempo que le resta. Lacan estaría fascinado. Su teoría del sujeto proyectada en 35 mm.

Algunas curiosidades antes de terminar:

En una escena una de las replicantes fugitivas, Priss, diseñada para dar placer sexual, lanza su frase para el bronce ante uno de sus creadores: “Pienso, luego soy”. Aplastante lógica cartesiana para definir su existencia como ser individual. Otra cosa a recordar en ese sentido: el blade runner se llama Deckart, curiosa homofonía con Descartes. Quizás es en esa frase donde queda al descubierto la falla que buscan los caza-replicantes…No Priss…el ser humano piensa donde no es, luego es donde no piensa…De ahí quizás lo impredecible de sus emociones…talón de Aquiles para todo replicante.

Bibliografía.
Freud, Sigmund. Obras completas. Amorrortu editores. B. Aires.

· La interpretación de los sueños (1900(1989)).
· Tres ensayos de teoría sexual. (1905).
· Tótem y tabú - Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos (1913 [1912-13]).
· Introducción al narcisismo – 1914.
· La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la sexualidad). (1923).
· El sepultamiento del complejo de Edipo (1924).
· Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925).

Lacan, Jacques.

· Seminario Los escritos técnicos de Freud : 1953-1954. / Jacques Lacan ; texto establecido por Jacques-Alain Millar. Paidós. Barcelona.
· Seminario Las Psicosis: 1955-1956 / Jacques Lacan ; texto establecido por Jacques-Alain Millar. Paidós. Barcelona.
· "El mito individual del neurótico".Intervenciones Y Textos. Ed.Manantial

Fuentes: http://apl-freud.blogspot.mx/
Autor: Osvaldo Silva M.